Pepa hace deporte
Pepa es una niña que vive en una casa azul en un pueblo que tiene un castillo muy grande. Le gusta mucho jugar con sus amigos animales: el perro, la gallina, el pez, el elefante y el ciempiés, y también con su vecino Quino.
Un día de verano estaban todos juntos en el parque y no sabían a qué jugar. Bueno, en realidad no se ponían de acuerdo. El perro quería jugar a cocineros, el elefante quería hacer un concurso de cantar y la gallina solo quería bailar. El pez, el ciempiés y Quino jugaban a botar una pelota y Pepa no se decidía.
Decidieron intentar elegir entre todos un juego, así que cogieron un trozo de papel cada uno y escribieron lo que querían hacer. Luego metieron todos los papeles en una caja.
Quino los saco uno por uno y Pepa lo apuntó todo.
El perro quería montar en bici.
El pez quería ir a nadar.
El elefante quería patinar.
La gallina quería correr.
El ciempiés quería escalar.
Quino quería jugar a fútbol.
Y Pepa quería jugar a baloncesto.
—Pues vaya lío, vaya problema, no nos ponemos de acuerdo. Pero de pronto Pepa tuvo una idea y dijo:
—¡¡HAGAMOS UNAS OLIMPIADAS!! ¡¡SÍ, LAS OLIMPIADAS ANIMADAS!! Jugaremos a todo lo que hemos elegido y al final nos podemos fabricar unas medallas y nos las ponemos.
—¡¡VALEEE!! - dijeron todos.
—Empezaremos por la bici.
—Se fueron todos muy rápidos a sus casas a buscar sus bicicletas y enseguida estaban preparados.
—Cuando diga tres, salimos, llegamos hasta ese árbol, rodeamos la papelera, subimos el montículo y volvemos aquí —dijo Quino.
—Un momento, ¿dónde esta el ciempiés? —dijo el elefante. Todavía no había llegado. Al final apareció con su bici, pero tenía un problema. Como tiene cien pies, su bici tiene cien pedales y resulta que el número 99 se había roto.
—¿Me podéis ayudar?
—¡Sí, a mí me sobra uno! — dijo Pepa — Toma, te lo dejo.
Arreglaron la bici y pudieron hacer la carrera, fue muy divertido y ganaron Pepa y el ciempiés con su nuevo pedal 99.
Arreglaron la bici y pudieron hacer la carrera, fue muy divertido y ganaron Pepa y el ciempiés con su nuevo pedal 99.
La segunda prueba era nadar. Se fueron a buscar el bañador para ir a un río que pasaba por el pueblo.
—Tenemos que cruzar al otro lado y a la vuelta bucear, coger una piedra redonda del fondo y volver —dijo el pez.
—¡¡Vale!! — dijeron todos. Bueno, todos menos la gallina.
—Yo no he traído mis gafas y no me atrevo a buscar la piedra sin ellas.
—Yo te dejo mis gafas, que no las uso —dijo Pepa.
Se pusieron las gafas e hicieron la prueba y llegó primero la gallina con su piedra redonda como una pelota.
Ahora tocaba patinar. Se pusieron todos sus patines y sus cascos. Esta vez tenían que dar cinco vueltas a la plaza. Estaban todos preparados, listos, ¡ya! Salieron todos rápido rodando, bueno, todos menos Pepa, que se quedó atrás. Se pararon todos y le preguntaron:
—¿Qué te pasa, Pepa? ¿Por qué no vienes?
—Es que yo nunca he patinado y tengo un poco de miedo.
—Yo te ayudo, que soy muy fuerte — dijo el elefante.
De esta forma, entre todos, dieron las cinco vueltas a la plaza. Pepa y el elefante llegaron los últimos, pero se lo habían pasado muy bien y Pepa había aprendido a patinar. Después de tanto deporte tenían todos mucha hambre, pero todavía quedaban muchas pruebas para acabar las Olimpiadas.
—¡Tengo una idea! —dijo Pepa—. ¡Vamos corriendo a buscar la merienda y así habremos hecho la prueba de correr!
—Vale. ¡Hasta luego!
El primero que volvió fue Quino, que vivía muy cerca. Poco a poco fueron llegando todos, pero el perro no llegaba. Después de un rato, llegó con una bandeja misteriosa con algo de comer dentro porque resulta que era pastelero. El perro les dijo:
—¡Hasta que no terminen las Olimpiadas no podéis mirar ni coger, que es una sorpresa!
Como habían terminado de merendar, estaban preparados para ir a escalar una pared de piedras que había en el parque. Tenían que subir y volver a bajar muy rápido. Todos fueron subiendo y bajando, pero cuando le tocó al elefante, dijo que no quería subir porque le daba miedo la altura.
—¡No tengas miedo! —le dijo Pepa— Si yo he aprendido a patinar tú también puedes escalar. Toma, te dejo mi muleta y así te apoyas en ella para subir y además el ciempiés te ayuda con todos sus pies.
—Vaaaale, lo intentaré, pero no sé si podré.
Le costó más tiempo que a los demás, pero consiguió llegar arriba y volver a bajar. Bueno, le gustó tanto que lo hizo dos, tres, cuatro veces… hasta que le dijeron:
—¡Ya basta, que ahora tenemos que jugar a fútbol!
—¡Yo me pido portero, que lo paro todo! —dijo el ciempiés.
—¡Yo, árbitro! —dijo el pez, que era juez.
Jugaron un partido y no consiguieron meter ni un solo gol porque el ciempiés los paró todos. Así que quedaron empate y todos tan contentos.
—¡No tengas miedo! —le dijo Pepa— Si yo he aprendido a patinar tú también puedes escalar. Toma, te dejo mi muleta y así te apoyas en ella para subir y además el ciempiés te ayuda con todos sus pies.
—Vaaaale, lo intentaré, pero no sé si podré.
Le costó más tiempo que a los demás, pero consiguió llegar arriba y volver a bajar. Bueno, le gustó tanto que lo hizo dos, tres, cuatro veces… hasta que le dijeron:
—¡Ya basta, que ahora tenemos que jugar a fútbol!
—¡Yo me pido portero, que lo paro todo! —dijo el ciempiés.
—¡Yo, árbitro! —dijo el pez, que era juez.
Jugaron un partido y no consiguieron meter ni un solo gol porque el ciempiés los paró todos. Así que quedaron empate y todos tan contentos.
Se estaba haciendo tarde así que rápidamente cambiaron el balón de fútbol por la pelota de baloncesto. Tenían que tirar cinco veces la pelota e intentar meter canasta.
Fueron jugando todos y la última era la gallina, que no se decidía.
—¡Venga, te toca!
—¡Es que no se me da muy bien...!
—¡Venga, inténtalo!
—¡Es que una vez…!
—¡Vamos, que se va a hacer de noche!
—¡Vale, voy!
—¡¡Plafffffffffffiuuuuuuu!! — La gallina lanzó la pelota y la pinchó con su pico afilado.
—¡Ya os lo dije que no se me daba muy bien y...! —dijo la gallina.
—Bueno, no pasa nada, ya la arreglaremos.
Lo habían pasado de maravilla y habían jugado a todo lo que habían elegido. Ya se iban a sus casas cuando el perro dijo:
—Bueno, no pasa nada, ya la arreglaremos.
Lo habían pasado de maravilla y habían jugado a todo lo que habían elegido. Ya se iban a sus casas cuando el perro dijo:
—¡No os vayáis, que falta la sorpresa!
—¡Es verdad! ¡Qué será!
El perro les llevó la bandeja y lo que había dentro eran medallas de galleta y chocolate para todos. ¡Qué bien! ¡Qué premio tan rico y sabroso! Y así, todos contentos, decidieron que otro día volverían a jugar a las Olimpiadas.
El perro les llevó la bandeja y lo que había dentro eran medallas de galleta y chocolate para todos. ¡Qué bien! ¡Qué premio tan rico y sabroso! Y así, todos contentos, decidieron que otro día volverían a jugar a las Olimpiadas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado y las medallas se han colgado.
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