Un día de retos cooperativos: Aprendiendo a convivir y cooperar
Era un día soleado en la escuela, y los alumnos de 4º a 6º de Primaria estaban especialmente emocionados. Hoy no sería un día normal de Educación Física. El maestro había organizado una jornada de retos cooperativos, donde la clave no era solo el esfuerzo físico, sino también el trabajo en equipo y la gestión de nuestras emociones. Todos sabían que tendríamos que aprender a convivir y cooperar de verdad para superar los desafíos, y aunque algunos se sentían entusiasmados, otros estaban algo nerviosos.
El maestro comenzó la clase reuniéndonos a todos en un círculo. “Hoy vamos a hacer algo diferente”, nos dijo con una sonrisa. “No se trata solo de ganar, sino de aprender a ayudarnos unos a otros y superar los obstáculos juntos. Además, será una gran oportunidad para aprender a gestionar nuestras emociones. A lo largo del día, puede que sintamos alegría, tristeza, ira, envidia o ansiedad, pero lo importante es saber cómo manejarlas y apoyarnos entre nosotros”.
El primer reto: “Cruzar el río”
La primera actividad fue el reto de Cruzar el río. El objetivo era sencillo de entender, pero difícil de lograr: debíamos atravesar una zona del gimnasio que representaba un río usando solo unos cuantos ladrillos o aros que simulaban ser piedras. El problema era que había menos ladrillos que personas en cada equipo, así que teníamos que compartirlos y trabajar juntos. Si alguien se caía “al agua” o pisaba fuera de la piedra, todo el equipo tenía que volver a empezar.
Felicità, siempre alegre y optimista, fue la primera en dar ideas sobre cómo podríamos organizar el paso. Con su energía positiva, el equipo empezó con buen pie. Sin embargo, no todos estaban tan animados. Anxiété, quien siempre se preocupaba por todo, estaba nerviosa. “¿Y si me caigo?”, decía con la voz temblorosa. “Si fallo, tendré que hacer que todos vuelvan a empezar”.
Uno de sus compañeros, Zorn, que a veces se frustraba con facilidad, empezó a impacientarse. “¡Vamos más rápido!”, dijo enfadado. “¡Si no, nunca lo conseguiremos!”. Pero el maestro intervino, recordándonos que la clave estaba en la cooperación y en la paciencia.
“Zorn”, le dijo el maestro amablemente, “entiendo que estés frustrado, pero la ira no nos ayudará aquí. Si trabajamos juntos y apoyamos a los que están nerviosos, lo haremos mucho mejor”.
Zorn respiró hondo, mientras Felicità y otro compañero calmaban a Anxiété, animándola a dar el siguiente paso. Con mucho cuidado, y gracias a la ayuda de todos, Anxiété logró cruzar sin caer. El equipo celebró el momento con gritos de alegría, y Zorn, ya más tranquilo, se unió al entusiasmo.
El segundo reto: “Salvar las ranas”
El siguiente desafío era un poco diferente: Salvar las ranas. El maestro nos explicó que debíamos usar ladrillos para movernos y picas (que simulaban ser cañas) para rescatar pequeñas ranas de un lago contaminado, representadas por conos chinos. Lo difícil era que no podíamos pisar fuera de nuestras piedras y solo podíamos tocar las ranas con las picas. Trabajar en parejas o grupos pequeños era la clave.
Mientras comenzábamos, Inveja observaba a su grupo con cierto malestar. “Siempre soy más lenta que los demás”, pensaba, “nunca soy la mejor”. Se comparaba constantemente con Felicità, quien siempre estaba llena de energía y resolvía los retos con facilidad. Sentía una sensación de envidia, lo que la hacía sentirse mal consigo misma.
Sin embargo, su equipo notó que Inveja estaba un poco desanimada. Sadness, que entendía muy bien lo que era sentirse triste o insegura, se acercó a ella y le dijo: “No tienes que ser la mejor ni la más rápida, Inveja. Lo importante es que aportas algo único al equipo. Todos somos diferentes, y esa es nuestra fuerza”. Las palabras de Sadness reconfortaron a Inveja, quien sonrió ligeramente y decidió concentrarse en hacer su parte.
El equipo comenzó a rescatar las ranas con éxito, y cuando fue el turno de Inveja, sus compañeros la animaron. Poco a poco, la envidia se desvaneció, transformándose en orgullo por el trabajo en equipo. Al final, todos lograron salvar las ranas, y el grupo celebró juntos, sin importar quién había sido el más rápido o el más hábil.
El tercer reto: “Ordenarse en el banco”
El último desafío del día fue Ordenarse en el banco. El maestro colocó un banco largo en medio de la pista y nos pidió que, sin bajarnos del banco, nos ordenáramos por fecha de cumpleaños. El truco era que si alguien pisaba fuera, todo el equipo tendría que empezar de nuevo. Este reto necesitaba mucha comunicación y coordinación.
Al principio, la tarea parecía fácil, pero después de unos minutos de intentos fallidos, algunos empezaron a sentirse frustrados. Zorn, una vez más, comenzó a enfadarse porque el equipo no se movía lo suficientemente rápido. “¡Vamos a perder todo el tiempo aquí!”, gritó con furia. El equipo, nervioso por su reacción, empezó a dudar más.
Entonces, Anxiété, que había estado observando, levantó la mano y dijo: “Siento que todos estamos un poco tensos. Tal vez si nos calmamos y pensamos en cómo hacerlo mejor, lo conseguiremos”. Con su sugerencia, el equipo tomó un respiro profundo y comenzó a planear con más calma.
Después de varios intentos y una mejor organización, logramos ordenarnos correctamente en el banco. Zorn se disculpó por haberse enfadado, y Anxiété se sintió orgullosa de haber ayudado a calmar el ambiente.
Reflexión final
Al final de la clase, el maestro nos reunió de nuevo. “Hoy hemos visto cómo trabajar en equipo y cooperar es clave para superar cualquier reto. Hemos aprendido a gestionar nuestras emociones, ya sea la ira, la envidia, la ansiedad o incluso la tristeza, y todo esto nos ha ayudado a avanzar como grupo”.
Salimos del gimnasio con una sonrisa, sabiendo que lo más importante no había sido ganar, sino aprender a convivir y cooperar, algo que nos serviría no solo en la clase de Educación Física, sino en nuestra vida diaria.
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